martes, 23 de septiembre de 2014

El ser mas maravilloso

El ser más maravilloso

Este fin de semana, aunque no es lo habitual, vi televisión. Dos películas muy diferentes una americana “Doble traición”, y una española “La guerra de papa”, con una diferencia de veintidós años una de la otra. La primera  reúne todo lo típico de las cintas de acción, persecuciones, disparos, traiciones, asesinatos, la típica ensalada de las filmes americanos.  La otra está basada en la obra de Miguel Delibes “El príncipe destronado”, y que fue dirigida por Antonio Mercero. Tanto en una como en la otra, suceden dos escenas casi idénticas, con el mismo sentimiento aunque con distinto significado emocional.  Es curioso pero casi todo en esta vida está conectado a algo o a alguien, las nuevas tecnologías, miles de cables, asociaciones, grupos, redes sociales, sería una lista interminable. Todos tenemos  o estamos inmersos y conectados con el resto del mundo queriendo buscar una razón para estar ahí, y compartir un sinfín de experiencias, sensaciones y sentimientos, la mayoría de ellos generalizados y con falta de valor. Ninguna de estas asociaciones o relaciones humanas podrán alcanzar la emoción y la sensibilidad de cualquiera de las dos escenas que vi este fin de semana. En la primera un niño de corta edad lleva seis años sin ver a su madre, la cual le dijeron había fallecido, la madre le pregunta si se acuerda de ella y el niño lleva la mano de esta a su rostro cerrando los ojos y estremeciéndose. No hizo falta una respuesta afirmativa, el simple gesto le dio al niño toda la fuerza, para borrar esos años perdidos y sentir todo el cariño de su madre, con solo sentir la caricia de su mano. En la otra escena de la Guerra de papa, el niño protagonista, tiene miedo y no se puede dormir. Llama constantemente a la criada con cualquier excusa para estar acompañado, esta se cansa y finalmente llama a su madre. Su madre le intenta tranquilizar, se sienta al lado de su cama,  él le pide que le coja de la mano, momento en el que desaparecen todos sus temores.
“Una madre y su hijo iban a cruzar un rio, la madre le dijo: - hijo coge mi mano-. El le respondió: - no mama coge tú la mía-. La madre respondió: -¿Cuál es la diferencia?-... Si algo pasa cuando crucemos, quizás yo suelte tu mano, pero si tú tomas la mía, estoy seguro que pase lo que pase tu no soltaras la mía.
El amor de una madre es eterno, desinteresado, fuerte, sin imposibles y no hay nada en este mundo que se pueda comparar con él.