martes, 21 de abril de 2015

BONAVISTA

BONAVISTA

        
                Corrían ya los sesenta, el año en que se casaba el futuro rey Juan Carlos I, que se inauguraba una nueva era en las telecomunicaciones con el primer satélite, y que comenzara a sonar el primer single de un grupo de savia nueva y descarada, el grupo “The Beatles”, ese mismo año, me vio nacer. Me contaron mis mayores que nevó copiosamente,  en aquel octubre del 62.  Esa blanca capa, bordada de verde y gris, al igual que en los acontecimientos de renombre, se extendía como alfombra por doquier, para  acoger mi pequeño corazón. Mis abuelos maternos hicieron un tedioso e inacabable viaje, desde el otro extremo de la península, más por las dilatadas horas del trayecto que por la distancia, para conocer a su noveno nieto. La vida aún se vestía de blanco y negro, llena de zurcidos y con los zapatos maltrechos. Vinieron con sus raídas maletas, cerradas con mucho esfuerzo,  con tres vueltas de cordel, y llenas con todo lo poco que tenían. Vinieron para quedarse, como antes ya lo hicieran mis padres.
                 Muchos como ellos, se despidieron de su tierra, de su pueblo y de sus gentes, para empezar una nueva andadura, en una tierra conocida pero inédita para todos.  Buscaban un trabajo, y el auge de las industrias químicas, les atrajo con la esperanza de engendrar un futuro mejor. Se asentaron en zonas sin recursos, ni servicios de ningún tipo, cerca del rio y entre las vías del tren, levantaron con cañizos sus primeras viviendas, y con el mismo suelo que la tierra que les había recibido. A pesar de la fragilidad de sus casas, cimentaron la vecindad como una verdadera familia, donde el valor de las personas era lo principal, y donde la unión de tradiciones tan diferentes, así como sus formas de vida, no era un problema, sino una celebración.
                La buena marcha del trabajo, les dio el impulso, para construir mejores viviendas en una zona más apropiada para vivir. Subieron un peldaño más para construir un barrio, a pesar de la precariedad. Cansados del trabajo duro de entonces, embarazadas y curtidas por el agotador y fatigoso trabajo de las amas de casa, y con el escaso tiempo que les quedaba, sacaban fuerzas para ladrillo a ladrillo, y con sus propias manos,  construir las casas donde se establecerían definitivamente. Ahí, empezó a escribirse la única historia de Bonavista, un barrio de trabajadores, venidos en mayor número de Andalucía y Extremadura, y de otros puntos de la geografía, con el único fin de labrarse una vida,  compartir sus tradiciones, y juntos trabajar por un futuro para todas sus familias. El recorrido por nuestra historia puede estar expuesto a errores, a olvidos, y a muchas imprecisiones de cómo ocurrieron algunas cosas, aun así, lo cierto es que nadie nos ha regalado nada, nadie, aunque algunos de la capital digan lo contrario, pues ellos nunca cruzan el Francolí y nos tienen olvidados. Solo la fuerza de nuestra unión, el tesón, y la constancia en el trabajo, nos ha dado esa personalidad, esa idiosincrasia, un coctel donde cabemos todos.

                Gracias Federico, por reunir en tu libro “Bonavista una biografía social”, esa historia de la que todos estamos orgullosos.

sábado, 11 de abril de 2015

Desatinos

Desatinos



Ángel no te pienso dejar, es uno de mis pequeños deseos,
no,  no mires atrás, todo aquello,  ya no  es nuestro.
Ven y  sigamos el instinto, hacia ese sueño de sabor ancestro,
mírame a los ojos, y dime que soy aun , tu único centro.

No sé si estoy cerca, de ese corazón solo y fracturado,
o cada vez más lejos, de poder verte reír, siempre a mi lado.
No sé qué pasos andar, pues nunca se dónde me encuentro,
no descansare, hasta que tú seas, mi único momento.

La vida es un desatino, me rehuye, sin apenas podernos ver,
el mundo, mi enemigo, golpea y maltrata mi frágil ser,
nos cruza por mil caminos, que dislate, y no puedo estar junto a ti,
tus ojos son un misterio, tu persona, y casi todo tu existir.

Perdimos la  batalla, mucho antes de comenzar los tiempos,
el camino fue angosto y lleno de malos recuerdos.
Fuimos corderos, en un mundo de lobos hambrientos,
pero quiero poder  luchar,  por tus palabras y por tus desvelos.

Ángel no te pienso dejar, es uno de mis pequeños anhelos.
Mojarme con la misma lluvia, y respirar bajo el mismo cielo,
abrazar cada palabra tuya, y sentirme el más afortunado,
oír el latido, siempre afanoso, de tu corazón enamorado.




domingo, 5 de abril de 2015

Huellas


         HUELLAS

         Hoy el día amenazaba con buen tiempo, el sol se hizo dueño de nuestro trozo de cielo, y la primavera había regresado con sus mejores virtudes, apetecía no quedarse en casa y salir a dar un paseo por la playa. Sin más equipaje que las ganas de disfrutar de un espléndido día, nos reportamos hasta el puerto, allí a pesar de la hora temprana, no quedaban apenas sitio para nuestro utilitario, la idea de ir a la playa se había extendido como una buena epidemia. Por fin, una vez aparcado el vehículo, comenzamos nuestro caminar por el paseo que transcurre paralelo a la arena de la playa, pasito a paso. El mar vestía su azul más pacífico y calmo. Apenas algunas olas desorientadas, se salen de su fila, y rompen con su blanca espuma ese azul turquesa del agua, fundiéndose en el horizonte con la luminosidad del cielo. En lontananza y como notas musicales en una partitura, algunos barcos anclados, trazan pinceladas de color sobre la superficie del mar. El marco que teníamos ante nuestros ojos no era un edén, pero tampoco tenía nada que envidiar. A pesar del numeroso parque automovilístico,  la playa estaba desierta como bien dice la canción, solo una multitud de huellas se hacían sitio sobre la fina y dorada arenilla.
         Las huellas del camión de limpieza, se mostraban destacadas y orgullosas,  con el dibujo aún intacto, en la zona más alejada del azote de la gente. El resto de la playa acogía tantas pisadas, casi como granos de arena. Quienes y como son las personas que habían estado esa tarde en la playa, cuantos perfiles humanos y cuantas historias reunidas en un mismo sitio. Posiblemente muchos son vecinos, aunque nunca se hayan visto, seguro comparten diferentes aficiones, aunque ni ellos mismos lo sepan.  Compañeros en la misma fabrica, pero en departamentos distintos, y que solo se han cruzado con el coche a la salida del trabajo.  Cada tarde de domingo cuando juega su equipo, juntos animando en la grada, abrazados y felices por el gol que acaban de marcar, pero no saben ni su nombre. Van a comprar al mismo supermercado, y cruzan dos frases típicas cuando coinciden en la caja. Dejan cada mañana sus hijos en la puerta del colegio, y solo relacionan al niño con el todoterreno del que se ha bajado, y a la madre por el tinte y el vestido, pero no saben dónde viven. Situaciones del día a día, momentos claves en la vida de cada uno de ellos, numerosas historias tan distintas como idénticas, con un mismo punto en común, vivir. Si tenemos tanto en común, si hacemos vida puerta con puerta, si disfrutamos de los mismos ratos de ocio, que nos hace saltar y convertirnos en intolerantes
         La playa ya está vacía, solo quedan las huellas de los que han estado allí, tomando el sol y disfrutando de los juegos en el agua, de comer y beber, a base de fiambreras y neveras portátiles. Todos se han cruzado al pasear por la orilla, mojándose. Sus toallas han compartido sombra, y sus miradas han coincidido en aquel bañador tan llamativo y en el cuerpo que iba dentro.  En la arena bajo el sol, dentro del agua, todos comparten un momento de felicidad, en el mismo lugar y quizás sin haberse visto nunca. Todos han dejado su huella, su señal, en la cálida arena, unidas a muchas más, prácticamente extrañas entre ellas. Si todos sabemos lo que queremos, lo que nos gusta, donde pasar un buen rato, deberíamos compartir esos momentos, sencillamente porque son buenos. La vida no es perfecta, pero tenemos momentos felices, difíciles e inolvidables, y todos ocurren junto a personas queridas, o incluso con las que nunca habíamos tenido contacto antes. Procuremos que esa huella en la playa, que ese momento tan grato, pueda dejar la misma marca en todos los momentos de la vida.

sábado, 4 de abril de 2015

PROLOGO

       PROLOGO

               
                Todo tiene un principio, un punto de origen, desde el cual se van desarrollando la acción, los hechos y las ideas. Este proyecto, que no es tal proyecto, surgió de la necesidad de contar cosas relevantes o con un cierto acento significativo, todas ellas girando como satélites alrededor de mi persona. No van dirigidos ni a nada, ni a nadie en concreto. Aunque siempre alguien puede verse  identificado con el juego de palabras, en las emociones descritas, o con cualquier  elemento usado para alcanzar las sensaciones, y el fin de cada uno de los textos.  Todo lo contado tiene que ver con mi vida, con las cosas que imagino en cada momento, y la unión de ambas.
          No me considero un escritor tal y como lo entendemos, no soy de esos que modelan soberbios artículos periodísticos, ni los sorprendentes autores consumados de cualquier magistral libro.  Procuro escribir y explicar de manera particular, las historias que despiertan dentro de la oscuridad de mi mundo. El significado de lo escrito es personal e imaginario, y posiblemente con fecha de caducidad. No confío que nadie disfrute leyendo, por mis escasos recursos literarios, y por lo difícil que puede resultar entenderme. Pero si se da ese caso extremo y algún lector, sea de la galaxia que sea, le gusta o le entretiene lo suficiente como para releerlos, me doy más que satisfecho. Agradezco ese apoyo desinteresado de esos seres, que en mitad del camino, te animan a que sigas poniendo negro sobre blanco.