20 de Enero
Iba decidido, aunque no lo tenía claro, el
momento era una emoción pletórica de sensaciones. La cita era imposible,
impensable, la que no podía ser. Era el sueño que dormía bajo mi piel y que
despertó aquella tarde. Unas idas y venidas, un ajetreo de contentas miradas y nervios
muy inestables. Codo con codo, cogidos de la mano, vergonzoso, mirando de reojo
y pensando en el siguiente instante. Necesitamos solo un segundo para viajar al
pasado, recuperar lo que olvidamos, y encontrar a quien perdimos. Del juego
emocional al cálido abrazo, del abrazo a recorrer la piel buscando un poro
donde poder quedarte. Con la sabiduría que da la experiencia, y ver las cosas
desde otra perspectiva, percibes sentimientos tan abrumadores que a veces no
puedes expresarlos. Era el amor de su vida, y el mío por descontado, cada
célula de mi cuerpo temblaba de tensión, como si estuvieran esperando
impacientes su regreso. Tal vez lo superemos, y se disipe todo el tiempo perdido,
pero ya nada será igual. No puedo evitarlo, pero es la única persona, que me
hace sentir demasiado importante. “Mi numero privado”; “piensa en lo que te
dije”; “si te decides llámame no importa cuando”; estaba invadido por una
súbita oleada de amor. Nunca he conseguido ponerme a su altura. De adolescente
perdido a asignatura pendiente, un caso de suspenso sin haberme examinado. Me
encanta haber hablado con ella, aunque como no novios hayamos quedado,
arrancarle una sonrisa, compartir sus sueños dorados. Lo único que sé es que ya
no volvería a estar solo.