El
ser más maravilloso
Este fin de semana,
aunque no es lo habitual, vi televisión. Dos películas muy diferentes una
americana “Doble traición”, y una española “La guerra de papa”, con una
diferencia de veintidós años una de la otra. La primera reúne todo lo típico de las cintas de acción,
persecuciones, disparos, traiciones, asesinatos, la típica ensalada de las
filmes americanos. La otra está basada
en la obra de Miguel Delibes “El príncipe destronado”, y que fue dirigida por
Antonio Mercero. Tanto en una como en la otra, suceden dos escenas casi
idénticas, con el mismo sentimiento aunque con distinto significado
emocional. Es curioso pero casi todo en
esta vida está conectado a algo o a alguien, las nuevas tecnologías, miles de
cables, asociaciones, grupos, redes sociales, sería una lista interminable.
Todos tenemos o estamos inmersos y
conectados con el resto del mundo queriendo buscar una razón para estar ahí, y
compartir un sinfín de experiencias, sensaciones y sentimientos, la mayoría de
ellos generalizados y con falta de valor. Ninguna de estas asociaciones o relaciones
humanas podrán alcanzar la emoción y la sensibilidad de cualquiera de las dos
escenas que vi este fin de semana. En la primera un niño de corta edad lleva
seis años sin ver a su madre, la cual le dijeron había fallecido, la madre le
pregunta si se acuerda de ella y el niño lleva la mano de esta a su rostro
cerrando los ojos y estremeciéndose. No hizo falta una respuesta afirmativa, el
simple gesto le dio al niño toda la fuerza, para borrar esos años perdidos y
sentir todo el cariño de su madre, con solo sentir la caricia de su mano. En la
otra escena de la Guerra de papa, el niño protagonista, tiene miedo y no se
puede dormir. Llama constantemente a la criada con cualquier excusa para estar
acompañado, esta se cansa y finalmente llama a su madre. Su madre le intenta
tranquilizar, se sienta al lado de su cama,
él le pide que le coja de la mano, momento en el que desaparecen todos
sus temores.
“Una madre y su
hijo iban a cruzar un rio, la madre le dijo: - hijo coge mi mano-. El le
respondió: - no mama coge tú la mía-. La madre respondió: -¿Cuál es la
diferencia?-... Si algo pasa cuando crucemos, quizás yo suelte tu mano, pero si
tú tomas la mía, estoy seguro que pase lo que pase tu no soltaras la mía.
El amor de una madre es eterno, desinteresado, fuerte, sin imposibles y
no hay nada en este mundo que se pueda comparar con él.
1 comentario:
Siempre será así.Como ese amor ( el maternal), no existirá ningún otro.
Publicar un comentario