domingo, 20 de abril de 2014

Adios

Adiós


Me duele y me atormenta haberla visto a través de aquella sórdida mampara de cristal, parecía que estaba  dormida. Corrí apresuradamente, tras la llamada de teléfono, ella se iba, nos dejaba y yo no estaba allí. Subí las escaleras, bruscamente,   de tres en tres. Abrí la puerta con el mismo impulso que llevaba, y entre como  una exhalación sin ver quien había por los pasillos, ya en la habitación me arrodille al lado de su cama. Mi corazón vivía con gran apuro aquel angustioso momento.  Le cogí de su mano, suave y fría, y le llame con insistencia besando su cara. No se despertaba, no respondía a mis afligidos lamentos. Todos mis esfuerzos eran inútiles. El llanto iba sangrando en silencio, con saña y rencor, mis adentros. Mis esfuerzos por recuperarla se desvanecían, al tiempo que su fuerza se apagaba. Todo había terminado.  No pude decirle adiós, ni ver sus ojos azules por última vez. La quería y la veneraba por lo  que era, aunque no lo suficiente, ni mucho menos lo que ella me quería a mí. Como dijo Isabel allende: “La muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan, si puedes recordarme, siempre estaré contigo”. Sigo echándola en falta, todo acabo  inesperadamente, sin darme tiempo a nada. Me dio lo más bonito del mundo, la vida. Vivir, poder crecer, disfrutar, sufrir, soñar. Mi obligación y mi gratitud, para con quien lo ha dado todo por mí.  No hay nada más fuerte y más importante que el vínculo de una madre y su hijo.

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