Historias
El mundo está lleno, plagado de ellas. En
cualquier rincón las encuentras, y por muy escondidas que estén, siempre
aparecen para deleitar tus sentidos. Ninguna, por muy insulsa o anodina que sea,
te dejara indiferente, siempre dejan lo mejor de su esencia en ti. Las hay de todo
tipo, con multitud de volúmenes, y de muchas envergaduras. Las hay cercanas, algunas
duras y fuertes, otras se muestran tiernas y delicadas. Y sobre todo de
muchísimos colores, más de los que pudieses imaginar. Nadie puede resistirse a ellas.
Son como tartas de cumpleaños, que te alegran el día. Como el nacimiento de un
niño, llenas de vida. También a veces como las postrimerías del ocaso, tristes Nos encanta poseerlas, ensañarlas, o compartirlas,
y siempre tenemos alguna en el bolsillo. Solo con mirarlas, ya te están
hablando, sin decir ni palabra. Nadie escapa a ellas, es imposible, seas
romántico, seas aburrido, o sin civilizar, todos caemos en sus redes. Nos gusta
atesorarlas, que no se deterioren con el
paso del tiempo. Tenerlas bien cuidadas y protegidas, para que cualquiera pueda
disfrutarlas en el momento que más lo deseen. Hoy fui en busca de una de ellas,
y en su búsqueda encontré en el camino una muy grande, enorme y vetusta. Esta
aunque no es antediluviana, es una anciana centenaria. Estaba yacente sobre otras más
pequeñas, a las que quito espacio y escarneció, germinando fuerte y elevándose eterna e inmortal. Un auténtico asedio sobre
las que ya se encontraban aquí. Convertidas en pura leyenda. Pero mi interés se centra en
otra variedad, otro género, de la que ya tuve conocimiento en la infancia. Me gusto ya desde
la primera vez que la conocí, me atrapo su singularidad. Siempre he llevado
conmigo su imagen, sin poder olvidarla, como si me siguiera a todas partes. Y
de la que volvía a saber tiempo después. Tenía que ser especial, ya que todos
los que la vieron como yo, la admiraban de alguna manera y hablaban de ella.
Tenía una belleza particular. Sería un sueño volver a repetir aquel momento,
aunque me consta tarea difícil. No sabría describirlo con palabras, pero si con
una sencilla situación. Una sala tranquila, bonita, una canción Sara Brigtman, una
botella de cava muy frio, una bandeja de fresas, y seguro que
todos soñaríamos algo diferente, y lo recordaríamos siempre. Todos tendríamos
nuestra propia historia. Ese es su poder hacernos soñar, viajar, vivir. Si
volviera a tenerla delante, sonarían todos los campanarios, porque fue, es y
será una gran historia… todos tenemos
una, o más historias que contar.
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