viernes, 11 de abril de 2014

Historias


Historias



 El mundo está lleno, plagado de ellas. En cualquier rincón las encuentras, y por muy escondidas que estén, siempre aparecen para deleitar tus sentidos. Ninguna, por muy insulsa o anodina que sea, te dejara indiferente, siempre dejan lo mejor  de su esencia en ti. Las hay de todo tipo,  con  multitud de volúmenes,  y de muchas envergaduras. Las hay cercanas, algunas duras y fuertes, otras se muestran tiernas y delicadas. Y sobre todo de muchísimos colores, más de los que pudieses imaginar. Nadie puede resistirse a ellas. Son como tartas de cumpleaños, que te alegran el día. Como el nacimiento de un niño, llenas de vida. También a veces como las postrimerías del ocaso, tristes  Nos encanta poseerlas, ensañarlas, o compartirlas, y siempre tenemos alguna en el bolsillo. Solo con mirarlas, ya te están hablando, sin decir ni palabra. Nadie escapa a ellas, es imposible, seas romántico, seas aburrido, o sin civilizar, todos caemos en sus redes. Nos gusta atesorarlas, que no  se deterioren con el paso del tiempo. Tenerlas bien cuidadas y protegidas, para que cualquiera pueda disfrutarlas en el momento que más lo deseen. Hoy fui en busca de una de ellas, y en su búsqueda encontré en el camino una muy grande, enorme y vetusta. Esta aunque no es antediluviana, es una anciana  centenaria. Estaba yacente sobre otras más pequeñas, a las que quito espacio y escarneció, germinando fuerte y elevándose  eterna e inmortal. Un auténtico asedio sobre las que ya se encontraban aquí. Convertidas en  pura leyenda. Pero mi interés se centra en otra variedad, otro género, de la que ya tuve  conocimiento en la infancia. Me gusto ya desde la primera vez que la conocí, me atrapo su singularidad. Siempre he llevado conmigo su imagen, sin poder olvidarla, como si me siguiera a todas partes. Y de la que volvía a saber tiempo después. Tenía que ser especial, ya que todos los que la vieron como yo, la admiraban de alguna manera y hablaban de ella. Tenía una belleza particular. Sería un sueño volver a repetir aquel momento, aunque me consta tarea difícil. No sabría describirlo con palabras, pero si con una sencilla situación. Una sala tranquila,  bonita, una canción Sara Brigtman, una botella  de cava muy  frio, una bandeja de fresas, y seguro que todos soñaríamos algo diferente, y lo recordaríamos siempre. Todos tendríamos nuestra propia historia. Ese es su poder hacernos soñar, viajar, vivir. Si volviera a tenerla delante, sonarían todos los campanarios, porque fue, es y será  una gran historia… todos tenemos una,  o más historias que contar.  

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