domingo, 5 de abril de 2015

Huellas


         HUELLAS

         Hoy el día amenazaba con buen tiempo, el sol se hizo dueño de nuestro trozo de cielo, y la primavera había regresado con sus mejores virtudes, apetecía no quedarse en casa y salir a dar un paseo por la playa. Sin más equipaje que las ganas de disfrutar de un espléndido día, nos reportamos hasta el puerto, allí a pesar de la hora temprana, no quedaban apenas sitio para nuestro utilitario, la idea de ir a la playa se había extendido como una buena epidemia. Por fin, una vez aparcado el vehículo, comenzamos nuestro caminar por el paseo que transcurre paralelo a la arena de la playa, pasito a paso. El mar vestía su azul más pacífico y calmo. Apenas algunas olas desorientadas, se salen de su fila, y rompen con su blanca espuma ese azul turquesa del agua, fundiéndose en el horizonte con la luminosidad del cielo. En lontananza y como notas musicales en una partitura, algunos barcos anclados, trazan pinceladas de color sobre la superficie del mar. El marco que teníamos ante nuestros ojos no era un edén, pero tampoco tenía nada que envidiar. A pesar del numeroso parque automovilístico,  la playa estaba desierta como bien dice la canción, solo una multitud de huellas se hacían sitio sobre la fina y dorada arenilla.
         Las huellas del camión de limpieza, se mostraban destacadas y orgullosas,  con el dibujo aún intacto, en la zona más alejada del azote de la gente. El resto de la playa acogía tantas pisadas, casi como granos de arena. Quienes y como son las personas que habían estado esa tarde en la playa, cuantos perfiles humanos y cuantas historias reunidas en un mismo sitio. Posiblemente muchos son vecinos, aunque nunca se hayan visto, seguro comparten diferentes aficiones, aunque ni ellos mismos lo sepan.  Compañeros en la misma fabrica, pero en departamentos distintos, y que solo se han cruzado con el coche a la salida del trabajo.  Cada tarde de domingo cuando juega su equipo, juntos animando en la grada, abrazados y felices por el gol que acaban de marcar, pero no saben ni su nombre. Van a comprar al mismo supermercado, y cruzan dos frases típicas cuando coinciden en la caja. Dejan cada mañana sus hijos en la puerta del colegio, y solo relacionan al niño con el todoterreno del que se ha bajado, y a la madre por el tinte y el vestido, pero no saben dónde viven. Situaciones del día a día, momentos claves en la vida de cada uno de ellos, numerosas historias tan distintas como idénticas, con un mismo punto en común, vivir. Si tenemos tanto en común, si hacemos vida puerta con puerta, si disfrutamos de los mismos ratos de ocio, que nos hace saltar y convertirnos en intolerantes
         La playa ya está vacía, solo quedan las huellas de los que han estado allí, tomando el sol y disfrutando de los juegos en el agua, de comer y beber, a base de fiambreras y neveras portátiles. Todos se han cruzado al pasear por la orilla, mojándose. Sus toallas han compartido sombra, y sus miradas han coincidido en aquel bañador tan llamativo y en el cuerpo que iba dentro.  En la arena bajo el sol, dentro del agua, todos comparten un momento de felicidad, en el mismo lugar y quizás sin haberse visto nunca. Todos han dejado su huella, su señal, en la cálida arena, unidas a muchas más, prácticamente extrañas entre ellas. Si todos sabemos lo que queremos, lo que nos gusta, donde pasar un buen rato, deberíamos compartir esos momentos, sencillamente porque son buenos. La vida no es perfecta, pero tenemos momentos felices, difíciles e inolvidables, y todos ocurren junto a personas queridas, o incluso con las que nunca habíamos tenido contacto antes. Procuremos que esa huella en la playa, que ese momento tan grato, pueda dejar la misma marca en todos los momentos de la vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tú si que dejas huella en todos los que te conocemos.
Al leerlo he paseado contigo.